Cómo la mayoría ya sabéis, me han sacado un montón de litros de grasa, he tenido que rehacer todo mi armario pero, a pesar de la cirugía de lipedema, me sigo viendo gorda. De hecho, no es que me vea con más o menos peso, es que me siento igual. En mi cabeza, sigo siendo la misma. Mi autoimagen no ha cambiado del todo.
Digo gorda, porque antes de saber qué era el lipedema era el adjetivo que empleaba para mira brazos y piernas, no es que lo sintiera como un insulto. Ni ahora ni antes me estaba comparando con otras personas con obesidad o con lipedema mucho más avanzado. Solo trato de explicar algo que me ocurre a mi.
Por resumir, lo que pasa es que me siento, y me sigo viendo, las piernas enormes cuando no las comparo con las que tenía antes. Es como si el último año y las cirugías no hubiesen pasado nunca.
Además, me veo muchísima más barriga y menos «forma». La guitarra ha desaparecido. Tengo que coger y revisar las medidas que me toma la dietista para ver que estoy igual de abdomen. Y recordar que llevo 4 tallas menos de pantalones, que se dice pronto.
Cuando te vas a realizar las cirugías, es muy probable que te centres en el post operatorio: encontrar un fisio, revisar si tienes que cambiar de medias de compresión, las marcas de los puntos, evitar la fibrosis, la flaccidez… Por no hablar de si estás en otra ciudad, entonces la logística es una preocupación de primer orden. Nuestras energías son para intentar averiguar los días que necesitas post operación antes de viajar, la mejor forma de hacerlo, donde quedarte, quién te acompaña. Es un proceso que desgasta mucho.
Por supuesto, una de las cosas que también se mira es el tipo de resultado, tanto médicos como estéticos, del cirujano que nos va a operar. A pesar de saber esto, y de haber visto muchas fotos, es muy diferente ver ese cambio en ti.
Una vez pasan las primeras semanas, el flipe de verte los huesos de las rodillas y de los tobillos y los codos sin mollete, te das cuenta de que pasan también otras cosas.
Al menos en mi caso, no reconocía mi propio reflejo en los escaparates. Doy gracias a los tatuajes, porque mirándome al espejo lo tenía algo más fácil. Pero es muy extraña la sensación de no reconocerte en los reflejos o las fotos.
Al mismo tiempo, ves ropa de tu nueva talla y no crees que vayas a entrar. Acabas teniendo que hacer muchos viajes al probador.
Aclaro que no todo el mundo pasa por esto. No todas las afectadas se operan y pierden el mismo volumen. No a todas se les retrae igual la piel. Las experiencias son muy variadas y todas válidas.
Sin embargo, hablando con personas operadas por las mismas fechas, todas comentamos lo mismo: «a veces no me reconozco», «en mi cabeza la grasa del lipedema sigue ahí»… Hay un período de adaptación en la que debemos reconectar con nuestro nuevo cuerpo y las nuevas medidas, incluso nuestra nueva forma.
La cirugía no deja de ser un procedimiento muy agresivo. En mi caso, en 5 meses me ha cambiado completamente la figura. Así que debemos entender que ese proceso necesita tiempo y que debemos aprender a reconocernos, a reescribir la autoimagen que teníamos de nosotras mismas.
Incluso a darnos un tiempo de duelo por lo que hemos sido y ya no somos.
Es posible que pase el tiempo y nos reconozcamos ya en el espejo, pero tener la mala suerte de que nuestro cerebro decida que esa nueva normalidad no existe aún. En mi caso, estando ahora en normopeso y con muchas tallas menos, a veces me sorprendo imaginándome aún con la figura de antes, y con las piernas y brazos «gordos».
Me sigue pareciendo mentira verme en algunas fotos recientes, pero cada vez conecto mejor con el ahora físico.
Si nos pasa esto y vemos que no mejora, si se convierte en un problema, es importante acudir a un especialista que nos ayude a pasar esta etapa. No tienes porqué pasar por esto sola. Nuestra salud mental es importante.